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CARTA A UN AMIGO

Hoy se ha casado un Amigo.

Hay quien dirá ¿y esto merece una entrada? Si, si, porque Miguel ha estado presente en mi vida desde la infancia, compañero y luego amigo, después confidente, siempre una tímida sonrisa, un roce si me veía triste.

Cientos de horas de risas en el pupitre donde año tras año nos sentaban contiguos, o tal vez uno delante y otro detrás, pero siempre cerca. Quizá el genio díscolo, y la niña formal, pero no tan lista -equivocados estaban en cuanto a lo de la formalidad-, éramos contrapesos.

Tu siempre has sido una certeza en mi vida, incluso sin hablar una mirada bastaba para hacerme sentir mejor. Cada uno su vida, cada uno sus rollos, e incluso sus amigos, como satélites distantes en la misma órbita.

En las noches en que salíamos con los de clase, pocas en mi caso, de pronto nos sentábamos en un banco y empezábamos a charlar, largo largo, sin aburrirnos nunca.

Tras acabar COU, nos perdimos la vista un tiempo, y de repente, casi cinco años después, me iba a casar y me di cuenta de que tu tenías que estar en mi boda… así, como siempre entre nosotros, te localicé por Messenger, y viniste, sin más, como si no hubiese pasado el tiempo; a mi boda. En la puerta de la iglesia de El Toro, toda nervios y emoción, te vi, y con tu media sonrisa de nuevo, tímida y miedosa, me llenaste de tranquilidad.

Ojalá mi sonrisa te haya servido igual, Miki.

A partir de entonces y pese a nuestras agendas casi imposibles de cuadrar; siempre encontrábamos tiempo de charlar, y tu sobre tu vida vida -hasta donde me dejabas llegar, enigmático amigo- y yo sobre la mía, se nos pasaban las horas sin sentir. ¿Cómo podemos resistir tres horas y pico sentados en las sillas del Sorsi E Morsi? Un misterio.

Yo te hacia llegar mis humildes escritos, contemplando su siempre inquieta mente trabajando a 10.000 rpm y leyendo los tuyos, científico poeta, y a través de ellos y de tus palabras, te vi sufrir y te vi reír. Tu diseñaste este blog que ahora leéis. Tu segundo mejor regalo, después de tu libro, y su bella dedicatoria.

 

Aún recuerdo el día que me diste el libro para que lo leyese, por si me lo dedicabas o no, que nervioso estabas, como con miedo (como si fuera posible que no me gustara tu libro, extracto genial de ti mismo). Me esperaba una maravillosa sorpresa ministro, me dijiste, con los ojos más brillantes y la sonrisa más franca que te había visto nunca, sin timidez, que te habías enamorado, y que creías que, ella sí. «Mire se llama, Bolis, me he enamorado, y esta vez sí»

Nunca había visto esa expresión en tu cara. Y fue nuestra siguiente cita cuando me firmaste la dedicatoria más bella de mi vida, cuando te conocí Mireia, y supe que Migue y tu estabais hechos el uno para el otro. Cada gesto, cada mirada,estabais en perfecta armonía, y aunque a ti te conozco apenas de tres comidas Mire -algo que hay que remediar- supe que estabais enamorados, y a Migue más feliz que nunca. Ese día entre la dedicatoria y vuestras miradas se me quedó cara de tonta para todo el día.

Que sepáis que «Que Me queMe» nunca se separa de mi mesilla.

Poco a poco has impulsado a Migue, un genio escondido, a dar lo mejor de si mismo y a abrirse al mundo, y por eso también te quiero ya Mire.

Cuando tienes una amistad de corazón, todo lo que te hace feliz, me hace feliz a mi.

Tu eres, vosotros sois, uno de estos amigos que se cuentan con los dedos de una mano.

Hoy cuando te he oído en la iglesia, hemos llorado mucho, palabras tan bellas y sinceras, y tan tuyas, estabas tan feliz, que parecías flotar. Os doy mi enhorabuena y os deseo una maravillosa vida; os merecéis todo lo bueno que os pase, y yo espero estar ahí, en un rinconcito para ver tanta felicidad.

Os quiero preparar algo especial, en ello estoy; luego he pensado en decir unas palabras, pero a mi como a Migue, se me da mejor escribir que hablar, y además después de tan bellos discursos de gente que os quiere -¿como podria ser de otra manera, siendo tan maravillosos…?- todo lo que yo dijera estaba dicho. Como he llorado al veros, tanto amor allí, en esa alquería, no cabía más ya.

Esta es pues, la primera parte de mi regalo. No se cuando leeréis esto. Sea cuando sea, deseo que seáis vosotros mismos siempre, que no os fagociten los «cobardes que nos gobiernan», y no tengáis nunca miedo, porque juntos lo podeis todo.

Siempre vuestra

Maribel