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Navidades 2023 reflexionando

Felices Navidades a todos, que las paséis como podáis; con esa obligación implícita de ser feliz; y esa condena de echar más de menos que nunca, esas cosas que has perdido. Cada año sueño con irme a un sitio lejano, con mis personas… y celebrar la “No Navidad”, en definitiva, celebrar la vida, sin el lastre de toda la hipocresía que arrastra la fiesta. Porque, celebrar la vida con tu familia, biológica o elegida, se puede hacer cada día del año, no solo el 24 y 25 de diciembre. 

Entonces vamos a reflexionar un poco… sobre la vida

Yo que vivo de puntillas por la vida, solo hago ruido cuando quiero hacer que otros se sientan bien; que intento no hacer ruido por nada; solo grito por las injusticias que les pasan a los demás, yo que quiero un mundo mejor para todos, resulta que lo único que he descubierto que pasar de puntillas es una solemne estupidez del tamaño más grande que imaginarse pueda. Promesas incumplidas, ignorancia porque no te ven, o desprecio porque no te haces oír

He descubierto que pasar de puntillas es no pasar, porque no dejas que nadie acabe de conocerte de verdad, e incluso te olvidas de ti mismo, porque llegas a no oírte en esta vida y quiero que ganes esa batalla de la que no hablas con nadie. 

Las personas evitamos las experiencias negativas por todos los medios, ignoramos el dolor, nos apartamos de lo desconocido y mentimos cuando nos preguntan cómo estamos y no deberíamos hacerlo. He aprendido una cosa en estos tres años, el cuerpo tiene sus límites, pero el alma tiene una fuerza interminable, poderosa, descomunal. 

Y por eso, como propósito vital, cuando esté mal, lo diré: claro, conciso, sin intención de dar pena o generar compasión de la mala. Acepto que lo estoy, que siento dolor y estoy enferma; que además me angustia la situación familiar… porque no quiero pasar de puntillas, sino chillarle al mundo quien soy, y lo que me sucede, porque las cosas son como son… no como queremos que sean.

Y eso es lo que le pido a la Navidad, al nuevo año 2024. No que sea maravilloso, mágico o que todo lo malo se esfume, sino saber cómo manejarlo, vivir con él y ser valiente, hacer oír mi voz al mundo. No ser un ángel, sino una persona. 

Una persona que acepta lo que le pasa, y que aprende a ser fuerte, a sonreír en la tormenta, y a ser quien soy. Quién eres no lo determina tu herencia genética, sino lo que eres capaz de construir con ella, con esos andamios que en mi caso son maravillosos y no se tambalean; porque, aunque las cosas vengan mal dadas este año, las enseñanzas forman parte de tu estructura física

Un viejo proverbio dice que no puedes escoger a tu familia, aceptas lo que te ha deparado el destino; y te guste o no, la aceptes o no, la entiendas o no; la aceptas, y en mi caso particular, la adoro, en las duras y en las maduras. 

Otra escuela de pensamiento afirma que la familia en la que naces solo es un punto de partida: te alimenta, te viste y cuida de ti hasta que estas listo para adentrarte en el mundo y encontrar tu propia tribu. Eso es falso, bajo mi punto de vista. Tu “familia elegida”, tu “tribu”, también está marcada por los valores y la fuerza de tu estructura vital. 

Podemos decir, y digo sin asomo de rubor ni falso victimismo, que a mi edad, he vivido más catástrofes juntas que, afortunadamente, la mayoría de la gente nunca vaya a vivir. Estoy, o vuelvo a estar  en un proceso de enfermedad «concomitante» que, aparte de las duras condiciones físicas que trae consigo, ha traído como un ciclón, innumerables movimientos sísmicos en mi manera de vivir, de trabajar, de darme a los demás, de cuidar a los míos, de realizar el trabajo que me enloquece… y de manejar las tragedias cotidianas que «te tocan la patata» sean tuyas o de la gente a la que amas.

Cuando la vida, por uno de esos días que a menudo nos arrastra, te pide llorar; llora, sin miedo ni vergüenza; porque eso te ayudará a coger aire, reponerte y levantarte con el corazón ligero y en paz… para seguir siempre adelante; abrázate y vive… trátate con consideración y amor.

Las cosas infaustas de 21, se han multiplicado en el 22, y han seguido en el 23… pero a que negarlo, también he descubierto cosas maravillosas de la vida. He descubierto a gente nueva a la que amo, he afianzado lazos con mi tribu, a pesar de que posiblemente podía haberse hecho más difícil. He seguido aprendiendo a aceptar los límites de mi cuerpo. Y los límites de la vida, que nunca es cómo soñamos que sea. Vivir es esto, vivir cosas muy buenas, y también cosas horribles. Y aprender a seguir caminando con todo ese equipaje a cuestas, que te ayudan a soportar las cosas infinitamente buenas que te da la vida.

Cada día del calendario, de enero a diciembre, de año en año, es una dicha y una lucha; en el que soñar con ser motor… de mil cosas buenas, de tener al mejor compañero de vida que alguien pueda soñar; y a la mejor tribu del mundo… por muchas vueltas que de la vida.

Por eso no os voy a felicitar la Navidad, pero cada día os voy a felicitar la vida

Os quiero.