En estos momentos, uno de mis nuevos hobbies es crear imágenes mediante inteligencia artificial. No fui agraciada con el don de las artes plásticas y eso lo sé de toda la vida. Quiero dibujar un elefante y me sale un “gallifante” (los nacidos antes de 1990 saben lo que es) y por eso me ha gustado mucho la fotografía y su post edición para expresarme. Pero esta potentísima herramienta, resulta que tú, mediante algunos comandos, le dices a una maquinita que es lo que quieres crear, y, mágicamente, aparece. A veces no acierta… pero vas modificando elementos y lo consigues.
Como todo en la vida, requiere de práctica, constancia y paciencia. Y de estas últimas, yo tengo a raudales.
Me maravilla las imágenes que es capaz de crear… tan mágicas e irreales como tu desees, tan fieles a la realidad como quieras.
Y aquí viene mi reflexión. En un mundo de inmediatez, y de coger la vía más fácil para obtener lo que queremos, ahora resulta que, si no lo encontramos, podemos crearlo de la nada en apenas un rato, dejando a un robot, que no has ni de adquirir, que haga por ti el trabajo sucio.
Pero ya no sabemos que es real y que no lo es. No nos podemos fiar de que algo responda a un esfuerzo o la aplicación de unos cuantos comandos.
Creamos sin esfuerzo, y no nos importa, lo vemos únicamente como una ventaja, un ahorro, la rapidez se premia como lo más válido. Si queremos algo lo buscamos y lo compramos en apenas unos segundos; ya no nos molestamos en leer las redes sociales o un periódico, consumimos reels o titulares de periódicos sin leer el cuerpo de la noticia; no contrastamos las fuentes de las cosas. Ni que decir tiene, leer libros… ahora los escuchamos… que es menos trabajo. No vamos al cine, vemos Netflix.
Si no nos gusta el mundo en el que estamos nos inventamos una imagen…
¿Y cómo traducir esto al esfuerzo que deberíamos invertir en las relaciones sociales?
Porque una relación interpersonal, de la índole que sea, requiere un esfuerzo, una generosidad y una dedicación muy delicadas y costosas. Requiere darle una parte de ti a otra persona, confiar en ella, dedicarle tiempo, al menos el mismo que ella te dedica a ti… Ahora, por ejemplo, nadie telefonea a nadie… ¿Qué hay más satisfactorio que oir la voz de una persona que te importa?
O el “face to face”, el contacto humano, una interacción humana… ese tiempo que se tarda en llegar, que inviertes en “arreglarte”, que imaginas como irá… cómo estará esa persona… ese tiempo es bellísimo y te enriquece como persona… como los seres humanos sociales que se supone que somos.
Para mí, cuidar está en mi ADN, tanto personal como, obviamente, profesional; el cuidado forma parte de mi día a día, y me importan las personas a las que quiero, pero también considero importante sonreír al desconocido con el que me cruzo por la calle, porque quizá le de medio segundo de calma. Me gusta, en definitiva, dar lo mejor de mí a los demás.
Me gusta leer y entender lo que me dicen, leer los mensajes con cuidado, responderlos, que lo que se publica en redes se lea o se escuche con atención y ver si necesitan algo de mí. Darles algo de atención, responder a su esfuerzo y quererlos, porque hay muchas maneras de amar, pero todas requieren de una misma cosa, tiempo.
Algunos llaman a esto “ser intensita”, y sí, si eso es ser intensita, me levanto y digo alto y claro, lo soy. Y estoy sumamente orgullosa de serlo.
Otra cosa importante aparte de tiempo que dedicarle a los que te importan en una forma de vida en la que lo único que falta es tiempo; es la virtud del perdón y la paciencia, de la bondad. Yo podría “enojarme” si mi pareja o mis amigos no tienen el tiempo que yo considero que merezco.
Pero, ¿y si esa falta de dedicación responde a alguna causa? Si son ellos los que están tristes, ocupados, enfermos, preocupados, o los miles de cosas que pueden pasarte al cabo del día… ¿quién soy yo para juzgarlos? Sobre todo, si no aceptas ser juzgado. Quizá no podamos evitarlo (ser juzgados) pero al menos, no seamos hipócritas. Cuidémonos entre nosotros y hagamos la realidad diaria más amable.
Así no tendríamos que recurrir a realidades artificiales para refugiarnos de un mundo artificial y plástico, un mundo en el que se esconde la realidad detrás de las imágenes de Instagram…
Dediquemos tiempo y esfuerzo a los que nos importan. Y si no pides nada a cambio… sería maravilloso. Pero si pides (no exijas, pide) “limítate” a buscar amor o p reciprocidad.
Soñando con mundos nuevos… esperando que no sean mentira…