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RESET… 1,2,3…

To be or not to be

Y ahí precisamente estoy yo. Ser o no ser, sí, pero no sé exactamente el qué. Ni cómo ni cuándo. O peor aún, no sé por qué, ni para qué. 

Seamos eficientes…

Este árbol, esta bella imagen es de un árbol en el Kruger National Park, de Sudáfrica, y me representa. Belleza en estado puro con las sombras de atardecer que siempre promete un nuevo día. Gracias Curro Nicolau

Durante estos casi dos años de dolor… he desaparecido en un agujero negro de anulación personal, dónde no se sabe ni cómo ni cuándo, me perdí a mi misma. El hecho innegable es que me perdí, y ahora que estoy recuperando la salud, mediatizada por un aparatito eléctrico que me permite seguir con la vida, pero no deja de depender de una batería…

Estos dos años he tenido que convivir con el temido síndrome del impostor, con la certeza de que no me voy a librar del estigma de enferma. Aunque sabía que todo iba a estar bien, que el tiempo lo iba a poner todo en su lugar de nuevo… que iba a volver a sonreír… aún creo que los coletazos me mantienen paralizada. 

Y es que, físicamente estoy bien, pero la realidad es que no encuentro mi lugar en el mundo, y eso es principalmente, porque no me encuentro a mi misma. 

Soy consciente de que, pese a todo, tengo millones de cosas que agradecer. Hoy mismo, tengo que agradecer que estoy viva y sin dolor, que tengo a gente que me quiere y otra que me valora. Incluso creo tener a gente que hace ambas cosas, me quiere y me valora; pero no alcanzo a ver dónde ando; no obstante, sigo dándole gracias a la vida por todo lo bonito que me da.

Tengo amigos a los que amo más de lo que se puede expresar, me he “liberado” de amistades tanto tóxicas como poco satisfactorias… pero que aguantas por inercia. 

Porque no todo es malo… nunca lo es. Siempre se sacan cosas enormemente buenas de las malas situaciones, como a tratarme con respeto y liberarme de cargas innecesarias, quitar puentes, y construir otros que me permitan cruzar futuras corrientes en mi vida.

He perdido también mi capacidad de confrontación, cuando algo requiere de discusión me inhibo, me callo y me escondo en las profundidades de mí yo… pero no acabo de decidir si eso es bueno o malo. Aunque siempre he sido de la opinión de que no hay que callarse nada que te importe… y ahora no digo ni mu. ¿Por qué? No lo sé… Además, mi afán de “no molestar”, no incomodar… no protestar… me conduce inevitablemente a no llamar, no visitar, no opinar y ¡tachán!, no hablar.

La chica (mayor, que si no mi hijo se rie) que reía, que se comía el mundo y estaba segura de si misma se fue a dormir una enorme siesta. Y quiero despertarla, desde estas líneas a chillido limpio.

Porque no he de necesitar que nadie me valore por lo que soy, ya lo soy. 

Una persona humana, volcada en los demás, inteligente y sensata, que ama a su marido, a sus hijos y a sus grandes amigos, que sabe alzar su voz para defender causas, que es positiva, resiliente y que no se rinde. Que adora abrazar, consolar y cuidar a todo aquel que lo necesite. 

Una a la que le gusta reír y también llorar si se tercia, que le gusta regalar a los que quiere, que le gusta relacionarse. Quiero chillar a aquellos que me critican y me hacen sentir pequeña que nada de lo que dicen es cierto, que yo merezco brillar en todas las facetas de mi vida, entre otras cosas para volver a dar luz a los que me rodean.  Que por echarme en cara lo que ellos creen que hago mal, no solucionan nada, me hacen pequeña. Que es más importante, dar que recibir.

Quiero matarme a trabajar como siempre, para ser la mejor tratando a los demás. Y brillar… pero no para que me lo reconozcan, simplemente para ser la mejor versión de mi misma, aquella que algunos no ven, para verla yo, y solo yo, la señorita intensita con un montón de autoexigencia, a la que le llegaron a hacer creer que nunca iba a valer nada. Aquello lo superé como he superado miles de cosas, pero de vez en cuando te lo recuerdan, y escuece. 

Me preparo para brillar de nuevo, para volver a patinar por la vida, pero necesito un empujón, una palabra de aliento y un abrazo. ¿Me ayudáis? ¿De dónde se desata aquello que me paraliza? 

¿Es esto el fin del mundo? No… es ¡el principio de mi reinicio!