Tres meses, sin escribir ni una palabra, ni en este blog, ni apenas en ninguna de mis redes sociales. El motivo es simple, no quiero transmitir mensajes que no sean amables o que no transmitan esperanza; que, por contra, reflejen desesperación, hartazgo por el dolor físico y vulnerabilidad.
Además, y de forma involuntaria, e incluso yendo en contra de todas mis convicciones, durante este trimestre, me he hecho la reina de la procrastinación más absoluta, no se si llevada por el hartazgo o por el desánimo o una mezcla de todo, he actuado en contra de mi esencia… en fin. es lo que hay.
Pero mi alma grita por salir de ella, por volver a mis proyectos y por vivir la vida como siempre lo he hecho, con esa energía calmada, con esa alegría que en el primer momento es seria, pero que luego se muestra tal cual, irónica, generosa y activa. La gente solía decirme que yo nunca me ponía nerviosa, aunque la procesión andaba por dentro… Cuando el dolor te acompaña día a día, comida tras comida, tu espíritu parece querer abandonarte con cada gramo que pierdo. Pero me niego a aceptar la procrastinación, la desidia, el abandono; y esa soy yo.
Un buen amigo, de esos llamado PERSONAS HOGAR, me dijo, quizá para animarme, que echaba de menos estos humildes blogs, aunque él no utilizó este término. Y me decidí a desnudarme de nuevo, por él, porque una de mis PERSONAS me lo pidió.
Pero sobre todo, lo hice por mi compañero de vida, por quien duerme a mi lado, a quien a veces sorprendo con una lágrima asomándole en los ojos, de preocupación y de impotencia, que crece de forma inversamente proporcional a mi indice de masa corporal, ante cada gesto de dolor, que aunque intento evitar, hay veces que me supera; demasiadas veces.
No es mi deseo hacerme la víctima con estas palabras; solo estoy desnuda frente a los lectores de estas palabras; más bien justo lo contrario. No diré tampoco que es cuando peor lo estoy pasando, ni siquiera cuando peor lo pasaré. Porque por los azarosos caminos del destino, soy un compendio de complicaciones clínicas que, mucho me temo, me acompañarán durante mi larga y provechosa vida.
Y es solo por este motivo, por el cual jamás me voy a rendir, porque mi vida es esta, y solo puedo dar gracias por tenerla. ¿Qué podría ser mejor? Indudablemente, podría ser una mujer sana. ¿Pero acaso eso me aseguraría ser más feliz de lo que soy?, ¿tendría la vocación más hermosa del mundo entero? y sobre todo, ¿sería cómo soy, y la gente que me quiere a mi alrededor?
Hoy, 8 de marzo, no es solo el día internacional de la mujer trabajadora, para mí es algo muchísimo más importante, fue el día, hoy hace 13 años que nació mi segundo hijo, quien de seguro, no sería quien es, si hubiera sido una mujer sana. Cuando me pusieron a mis dos maravillosos hijos en nuestros brazos, di gracias a la vida por ser quien soy. Hoy hablando del cumpleañero, es el que me da más cariño y alegría, con sus abrazos de oso y su enorme alegría de vivir. Realmente me recuerda mucho a mí, ideas claras y pasión, fiel y noble a toda prueba; disculpen mi falta de modestia.
Mi amor por los pacientes, por la ayuda, por el dar la mano y mirarlos a los ojos, acompañarles en el sufrimiento y en la alegría; mi amor por las heridas cutáneas y por el sufrimiento que conllevan, el hecho de tener en mis manos, mi cabeza y mi corazón, el «poder» de mi formacion y mi empuje, de aliviar su sufrimiento, como muchos antes, hicieron conmigo; compensan a veces, muy a menudo, mi propio sufrimiento.
Cuando este, es demasiado agudo para poder ayudar al resto si que me vengo abajo, pero se que pronto o tarde, este dolor pasará, y la cara de sufrimiento de aquellos a los que amo, desaparecerán por un tiempo, ojalá sea largo.
Es indudable que tengo miedo, pero también se que puedo transformarlo en energía y en pasión, en más amor, y en más ganas aún de aliviar el sufrimiento ajeno.
No puedo olvidar además que, uno de mis peores capítulos, me trajeron a dos de mis PERSONAS a mi vida. Ellos saben quienes son, y que los quiero con todo mi corazón.
Concluyendo, el peor de los sufrimientos, con esperanza y fe, se puede transformar en una inagotable fuente de pasión por la vida, por ganas de vivir, de ayudar, de amar; y cada punzada de dolor que sienta, la canalizaré en ganas de vivir la vida con esperanza y brillo en los ojos, porque de lo que estoy segura, es de que, como siempre, todo esto pasará.
Y, tras la pandemia, este 9 de abril, nadie me quitará mi tercer cumpleaños…