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EL SIGNO MÁS CANALA

Un día me propusieron un nuevo idilio. Pero no era con una persona, ni con una actividad o idea. No; era con un signo de puntuación.

Burlón y descarado es el punto y coma. Ofrece una pausa dramática que siendo mayor que la coma, te deja como con hambre. Como un orgasmo inacabado. Llegas sin resuello porque paras pero sin respirar, te obliga a seguir y a seguir.

El punto y coma es, de todos los signos de puntuación, el que presenta un mayor grado de subjetividad en su empleo, pues, en muchos casos, es posible optar, en su lugar, por otro signo de puntuación, como el punto y seguido, los dos puntos o la coma; pero esto no significa que el punto y coma sea un signo prescindible.

Ese es precisamente mi problema. Se que para mi; al igual que muchos acentos se me escapan y eso es una falta de ortografía; pero se me olvidan los punto y coma, al igual que a mucha gente se le olvida un día tras otro, el ir a visitar a los suegros. Porque no son imprescindibles.

Un signo de puntuación, que ha sido adoptado en la nueva lingüística, como unos ojos de toque canalla y burlón; no deja de merecerme poco respeto.

La coma es una amiga, demasiado pesada a veces es cierto, no deja de darte el coñazo, sigue, sigue, sigue. Pero es que yo soy así, «comática»; insistente como un perro que no suelta a su pobrecito interlocutor. La coma es el signo de la enumeración, y de la explicación breve. La coma es… ¿cómo explicarlo?; la coma es como una sucesión de conversaciones que; de extenderse en exceso, resultaran como las de ciertas damiselas que tachan a las mortales de aburridas, mientras ellas se mueren de aburrimiento.

Los dos puntos, sin embargo, son imperativos e incisivos; cargantes al fin y al cabo. Siempre te están ordenando e interpelando. Son como las madres severas e intransigentes que interrogan a sus hijos, hasta por la forma que tienen de sacarse los mocos. Como el niñito bueno, que luego resulta ser un hijo de perra insolente. Da la respuesta adecuada en el momento adecuado:la que esperas escuchar. Ni más ni menos.

El punto y final, sin embargo , me hace suspirar. En general no me gusta que las cosas tengan final; porque me da miedo no volverlas a vivir ni a encontrar, no volverlas a reír o a llorar; porque me da miedo no volver a sentir. Un capitulo se termina o un párrafo se agota, las ideas mueren; el rio termina su camino en el mar. De pequeña escribía párrafos de longitudes inimaginables.

Cuando en un dictado la profesora decía imperiosa: punto y final; yo me ponía nerviosa al levantar el lapicero. ¿Qué era lo que terminaba? ¿Quizá finalizaba la clase; el dictado; esa bonita y bella historia que nos estaba regalando? Cualquier final era malo, porque significaba vacío. Decían que era la única niña que lloraba a final de curso.

Pero ¿que hay de la indeterminación del punto y coma? Es una pausa canalla, como el guiño al que representa gráficamente en el micro relato 2.0; es una pausa inespecifica, que te deja in albis. El punto y seguido es más amable. Te da más pistas, sabes que hay una continuación, pero también proporciona una ligera intriga al acabar una cosa; una cosa redonda y sin limar, que en la siguiente oración tendrá su lija.

A mi a las personas, me gusta ponerles comas y punto y seguido; la elección de uno u otro signo depende de la vinculación semántica que quien escribe considera que existe entre los enunciados.

Eso es lo que me fastidia más, que mi impresión fuese erronea, porque en todos los libros y diccionarios que he consultado; se afirma taxativamente que si el vínculo se estima débil, se prefiere usar el punto y seguido; si se juzga más sólido, es conveniente optar por el punto y coma.

Y a mi me gustan los vínculos fuertes de sangre caliente. Latinos y apasionado, como he sido yo siempre; como lo volveré a ser de nuevo. Por eso y solo por eso te voy a hacer caso y voy a tener un idilio con el punto y coma.