ENAMóraTE DE MÍ

Esa es la frase que cada día, con los ojos pegados por las legañas, el andar turbio por el sueño que no acaba de despertar, ha sido una noche difícil; y el cuerpo esquelético, pero algo musculado y formas casi definidas; el pelo rubio a lo Simba despeinado… me repito en el espejo. Miro mi imperfecto reflejo y me digo, enamórate de mí otro día.

Y es que, señores, esta es la actitud. Inmediatamente, como por un interruptor, me sonrío y mi expresión cambia, muta de Shreck enfadado a la de flamenca rocker. Pero, no penséis que esto significa que me veo tipo Vecina Rubia con pose de foto y cuerpazo de escándalo; no…yo me enamoro de mí con mis manchas tatuadas por hematomas viejos… y la piel colgandera de cuando en vez de saco de huesos, era una mujer con sobrepeso tipo II; que oigan, la piel es mía y bien que me costó de criar.

Y así con esta actitud, voy mutando de Golum a persona humana simpática y positiva, logro quitar los puntales de los párpados que ya se mantienen abiertos… y me visto y peino con mi secador supersónico. Ajá, ya estoy lista para proseguir con mi recuperación energética… y de repente, mis hombros por unos segundos, vuelven a agacharse ¿Para qué demonios? ¿Para quedarme en casa con mi batita de Mickey Mouse? Y la respuesta es sí, pero ¿qué recursos crear para que esta condición me ayude a alcanzar mis metas y valores? Mi decisión es sí, ahora, sentadita, es hora de adquirir recursos y costumbres que me ayuden cuando esté lista para volver, para emprender el camino hacia la recuperación más óptima posible.

Estoy enamorada de mí entera, con mis fortalezas y mis debilidades, porque el amor del bueno supone aceptarme con lo bueno y lo malo.

Y hago mi ejercicio, a veces son 45 minutos y otros días apenas quince, lo suficiente para despertarme del todo, mirarme al espejo y ver porqué me gusto, sobre todo mirándome a los ojos verdes y miel; pero sobre todo decididos y poderosos, algo birojillos, que la oftalmóloga estaba a otra cosa cuando me trató el estrabismo; pero que forman parte de mí como el resto de mi cuerpo y mente, y hacen de mi mirada lo que es. Y siempre, mis dos minutos de postura del poder. Brazos en jarra, y piernas firmes y ligeramente abiertas, espalda recta y ligeramente inclinada hacia atrás, hombros firmes hacia detrás con los brazos en jarra, y tu mente, que te mira, la frase: “Eres poderosa”.

Todo este ritual no lleva mucho tiempo, pero proporciona mucha energía para enfrentarte a todas las piedras de realidad con las que iré tropezando a lo largo del día. Y no podemos olvidarnos de que tengo una enciclopédica facilidad para tropezarme hasta con las líneas del pavimento… como la super heroína que vuela… antes de caer estrepitosamente. Y no, no es una forma de hablar, es un super poder del que podría prescindir, pero que me ha dado minutos de gloria. 

Eres poderosa y estoy enamorada de ti. 

Toda esta maravillosa actitud sirve para bailar con la más fea, asumiendo que tus piedras no van a desaparecer; piedras como el dolor, el mareo o el no poder comer…, las mierdecillas financieras, los problemas familiares…, la sensación de soledad que me ahoga, los problemas de la adolescencia de mis polluelos…, todo son piedras sobre las que he de actuar. A priori puedo hacer tres cosas… como mínimo. 

La primera opción es sentarte sobre ellas y llorar, dejando pasar los días y las horas, lamentando tu suerte y echándote una siesta para que las horas pasen más rápido. No negaré que a veces caigo en la tentación; que no soy un unicornio que “caga purpurina”, en esos momentos abrazo cariñosamente, y físicamente, mi debilidad, y procrastino deliberadamente. Y mientras tanto, pienso, no en lo que haré cuando me cure, sino en lo que puedo hacer mientras tanto, para que cuando todo mejore sea más fuerte que al principio.

Enamórate de ti, eres poderosa.

La segunda, es dejarte arrastrar por las piedras y sumirte en el desconsuelo. A veces, es tentador dejarte ir, pobrecita de mí, pero es contrario a mi naturaleza que nada ni nadie me diga lo que tengo que hacer, lo llevo mal… para alguien con un carácter tan fuerte como el mío. También os digo que, eso vale para las cosas que están a mi alcance solucionar; para los problemas de salud o los problemas impuestos por los demás y que, de forma natural, afectan a tu vida; no está en tu mano cambiar las cosas. Pero si lo está, la forma en que afrontas esos problemas.

La última y la más difícil es convertir esas piedras en trampolines. No me voy a convertir en Super Woman, que volvemos a la purpurina y va a ser que no; pero si que voy a mejorar, voy a distraerme de lo malo para “implementar” mis capacidades personales y profesionales, además voy a encontrar la calma, voy a redescubrir valores, a encontrar nuevas metas y objetivos. Básicamente, a encontrar manera de estar mejor conmigo misma y con el mundo, en vez de peor.

Me quiero, y merezco vivir en un mundo en paz, y ser todo lo buena que puedo llegar a ser. No a ser capaz de todo, ni de encontrar la felicidad máxima, ni a ser aquello que sueño, ni majaderías semejantes. No quiero ser mi mejor versión, solo aquella que me permita ser verdad, y estar en calma y satisfecha con quien soy, a tener la conciencia tranquila. Y por eso, aunque muchos factores estresores me vengan impuestos voy a hacer todo lo que pueda para que ello no me distraiga de lo importante: cuidarme y quererme a mí para poder dar amor a los demás.

Esta entrada fue publicada en EGOSIONES. Guarda el enlace permanente.