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Esperanza, entre sobras y sobras…

El arte de la cetrería es la técnica relacionada con la cría, amaestramiento y cuidado de las aves para la caza de volatería, por la que el águila o el ave rapaz de la que se trate en cada caso, caza para el cetrero. Para entrenar al ave, primero se le encierra en una habitación en semi penumbra, donde solo escuche los ruidos y la voz propia del cetrero, y se le pone una caperuza para mantener esta semi penumbra incluso en el exterior. Además, mediante una cuerda, lonja o fiador; se le mantiene unida al brazo del cetrero, aunque vuele para cazar.

Después de esta introducción debéis pensar que me he vuelto loca. Y quizá sea una respuesta afirmativa. Porque la que se da en llamar fatiga pandémica está haciendo mella en mí, y en mucha gente, sea o no sanitaria.

Aguila volando libre, todo llegará

Ojo, que nunca diré que las medidas estén mal, o que se hayan hecho correctamente o no; o que sean excesivas o que llegan tarde. El hecho es que, en esta tercera ola casi hemos rozado la locura, se nos ha ido de las manos y hemos llegado al limite de nuestra resistencia, esta vez si, profesionalmente.

Pero no hablo ahora de la fatiga pandémica laboral, que tanto influye en el resto de mi vida. Hablo de la fatiga personal, del aburrimiento y la soledad que ya desde hace once meses, domina nuestras vidas; del miedo y la desidia a la que te arrastran las medidas de contención de la pandemia. 

Los problemas cuando no pueden tener perspectiva, cuando las circunstancias obligan a intentar volar estando atado al cetrero; no tomas distancia, y el problema se agranda, te bailan las letras y se desdibuja, invade todo tu ser; sea grande o pequeño se transforma en una tragedia.

Yo más que águila siempre he sido felina con pies de seda. Callada, y con patita de seda, callo, y callo; sonrío y sigo con mi vida. Trabajo, en pijama blanco y de ahí, a casa sino voy “al hospital pequeño” y me enfundo un pijama azul. Cuando llego a casa me pongo un chándal y luego otro pijama… y así vamos, de pijama en pijama. Y con cara de sueño… de aburrimiento…

Pero… ¿y si es cara de soñar? Vamos a cambiar el letargo por sueños, el aburrimiento por proyectos, pequeños o grandes; los agobios por luchas; los encierros como descansos; los enfados por plataformas de salto hacia algo mejor.

Y como dice Antonio Orozco, “Entre sobras y sobras me faltas”, nos faltan los abrazos de amigos, el calor de una copa entre risas, nos faltaron las tardes de sol recordando tiempos de ayer, y haciendo tiempos nuevos; nos faltaron brindis de celebración en familia; y nos sobraron tiempos de soledad y suspiros, nos sobraron aplausos hipócritas y nos sobraron lagrimas por lo que no estamos viviendo. Entre sobras y sobras nos faltamos, amigos.

Que bonita es esta canción, bella y melancólica, dulce y rota; como la vida misma, como esta vida que en ninguna pesadilla imaginábamos pero que es la que tenemos. Escuchadla y soñad.

No pensemos en lo que nos falta, pero si en lo que nos sobra… y nos sobran ganas, capacidad de reinventarnos, de conocernos mejor, de relacionarnos de otra manera. Tenemos tiempo de soñar, de planear, de amar más a todos los que tenemos alrededor y nos aman, para los que nunca tenemos suficiente tiempo. 

Tenemos tiempo de dedicarnos a hacer felices a nuestros amigos, a distancia, pero felices, con cosas pequeñas que les hagan sonreir aunque sea llevando “un pijama de franela y calcetín por fuera” que ahora más bien está de sobras…

Transformemos la melancolía en energía para reconstruir el mundo al que volver; para cuando la situación lo permita abrazar de nuevo pero con sonrisas nuevas, más de verdad, más desde dentro. Aprovechemos para decirle a nuestras amigas, a nuestros vecinos, a esa persona a la que tienes segura, que de verdad te importa, que la llevas en el corazón. Ocúpate de que tus ojos sean capaces de transmitir todas tus energías, todo tu calor y todo tu amor por los tuyos de cerca y de lejos. 

Foto extraída de video clip de Antonio Orozco

Decir te quiero nunca sobra, y ahora más que nunca nos falta, concéntrate en aprender a volar, para que cuando corten tu cuerda, como al águila, seas capaz de volar alto, de volar lejos y de darte entera.

Date a ti misma todo tu amor, quiérete más, del todo y sin reservas. Date al cuidado de las personas a las que amas, a tus amigos, a tu familia, a tus personas hogar (búscalas, seguro que sabes quienes son las tuyas); a tus compañeros de trabajo, a ese policía que vigila el perímetro, a ese sanitario que está detrás del EPI, a ese con el que te cruzas y apenas ves, tras la mascarilla pero que sabes si sonríe o sufre. 

Ocúpate pues, de transformar toda la melancolía en energía para el momento en que podamos volar, porque ese momento llegará. “Y es que hay veces la vida no atienda a razón” pero nosotros tenemos el poder de convertir la sinrazón en belleza; que aunque ahora está encerrada en una urna, pronto podrá florecer en todo su esplendor.

Cuando no puedas más, cuando quieras salir a chillar tu hartazgo, transforma eso en Alegrías, en energía para hacer algo que te sirva para más tarde, en arrancar una sonrisa a tu amigo, aunque sea con un audio de whattsapp, porque seguro, vas a reconfortar su corazón.

Un esfuerzo más, una sonrisa más… y lo tendremos. Un poco más y el águila podrá al fin, volar sola. Vendrán el champan, los abrazos y las risas. Y ya no nos faltaremos más. «Un vámonos pa´lla, un sea donde sea», llegará siempre que sea con tu gente, a la que apreciarás más que nunca porque te han faltado cerca durante mucho.

Gracias por el esfuerzo.