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¡GRITA!

Con esto del, y disculpen, puto Covid-19, la sociedad está cambiando algo. No todo lo que debiera, pero somos en general, más hoscos, más selectivos con nuestra gente, y repudiamos sin darnos cuenta, muchos gestos humanos que nos han caracterizado siempre, que nos hacen lo que somos, seres humanos buscando el tacto del otro.

Pero…

Obviamente, NO debemos hacerlo, porque sino, el 2020 será eterno. Cuando todos estábamos confinados en casita, anhelábamos como drogadictos el contacto con los demás: aplausos en los balcones, brindis interminables con el balcón de al lado; videoconferencias con nuestras familias y «allegados»… Teníamos mucho que compartir, y lo hacíamos de forma compulsiva.

Llegó el desconfinamiento, y surgieron digamos, tres grupos de personas. Unas que, por desgracia para todos pensaron que todo había acabado y que todo valía; abrazos, besos de tornillo, o normales pero muy juntitos, compartir cigarrillos y cubatas… llevar a casa a los del balcón de enfrente…, los negacionistas y con perdón los subnormales. Otro grupo que son los fatalistas, los que piensan que el mundo se acaba, que esto nunca va a terminar y que, vamos a morir todos. Surgió un tercero que, con mucha precaución y muchísimo respeto por el Covid-19, seguimos viviendo la vida, distinta, que nos ha tocado vivir.

El primer grupo, dejémoslo por inútil, antes o después o los confinarán o enfermarán o morirán, ellos o alguien de su familia. Les sorprenderían los datos que manejamos sobre los miembros de dicho grupo.

Por contra, los otros dos grupos, que quiero pensar, formamos la inmensa mayoría de la gente, necesitamos el contacto al que hemos renunciado. Como parte de esa renuncia al tacto y al contacto parece que se ha desarrollado una enorme introspección y como parte de la cual, cada vez compartimos menos cosas.

El ser humano necesita contacto, visual, el gesto de una sonrisa, el calor de una caricia y un apretón de manos. Necesita amor, y necesita amistad, como otra forma de amar. Nadie puede hacer nada solo, o al menos, no debería.

En mi trabajo, sanitario, esto cobra ahora una desmesurada importancia. Los médicos de atención primaria no ven, en la mayoría de los casos, a sus pacientes, hablan con ellos por teléfono y como tienen tanta presión asistencial, lo hacen de manera rápida. A los domicilios, donde más vulnerables son los pacientes, vamos cubiertos por pantallas, batas, guantes y dobles mascarillas. En los hospitales médicos y enfermeras van, lógicamente, tapados hasta las cejas. La relación terapéutica ha sufrido un enorme revés.

Siempre he sido de las profesionales de la salud; que piensan que la relación terapéutica ha de establecerse siempre, de la manera más rápida, respetuosa y cálida del mundo, porque a partir de ahí, cuidar se transforma en una acción más sencilla y más plena, llegarás más lejos y conseguirás que el paciente se implique más en su cuidado. Simplemente una mirada, una sonrisa y un apretón de manos, que te es devuelta, es avanzar a pasos agigantados. Y esa parte, nos la han hecho muchísimo más difícil.

Y las relaciones terapéuticas del café, de la cerveza o el gin tonic con los amigos y los allegados; también se han visto, lógicamente afectadas. Yo no busco irme de juerga loca, ni quiero, ni puedo, ni debo hacerlo. Pero mirar a los ojos y abrazar a un amigo que sufre, también te da la vida y te da alas.

Y por esto, y citando a Pau Donés con Jarabe de Palo, voy a decirte que me chilles, que me grites alto y fuerte si por un momento me despisto y me alejo de ti… por exceso de trabajo.. por lo que sea…

De qué tienes miedo

A reír y a llorar luego

A romper el hielo

Que recubre tu silencioSuéltate ya y cuéntame

Que aquí estamos para eso

Pa’ lo bueno y pa lo malo

Llora ahora y ríe luegoSi salgo corriendo

Tú me agarras por el cuello

Y si no te escucho

¡Grita!

Te tiendo la mano 

Tú agarras todo el brazo

Y si quieres más pues

¡Grita!Hace tiempo alguien me dijo

Cual era el mejor remedio

Cuando sin motivo alguno

Se te iba el mundo al suelo

Jarabe de Palo

Alguien me dijo hace años que «Amigos son los que en los malos momentos, acuden sin ser llamados, y en los buenos, cuando se les llama». Durante años este ha sido mi mantra. Ahora no lo comparto. Amigo es simplemente el que está, así de claro. Y estar, significa también necesariamente, saber irse cuando ya no te necesita.

El grito de Munch

Estar, es querer escuchar, entender, aconsejar si te lo piden, ayudar con tres o cuatro manos, ponerte a disposición del otro, y que sepa que lo estás; y marcharse de puntillas; poner, en definitiva, tu corazón en manos del otro, para que lo utilice en lo que necesite; mientras que, claro, no lo aplaste. Pero no olvidemos que estamos hablando de amigos.

Tu que me lees, que te consideras mi amig@, ten en cuenta que si me despisto y me necesitas solo tienes que gritar, o darme… un silbido. Y estaré allí para abrazarte el alma.