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MELANCOLÍA DEL CAMINANTE

Pues así lo decía ya el poema «Caminante no hay camino, que se hace camino al andar»

Muy así… poético, es, claro, y al mismo tiempo es una gran verdad de la vida…, nunca sabes lo que te puedes encontrar en el siguiente recodo del camino de nuestras vidas.

Quizás encuentres una cala maravillosa de aguas cristalinas, que representa la paz, el relax, el descanso de tus piernas de tu espíritu. O tal vez, una pared vertical, casi imposible de escalar, pero que es tu única salida, para continuar. A lo mejor el camino sigue, pero pedregoso y complicado, o con un poco de suerte encuentres un banco para descansar, un transporte que te lleve unos metros o kilómetros, hasta la próxima meta. U otro caminante ocasional o conocido que te de agua cuando tienes sed; o desgraciadamente, uno que te la roba.

La vida es un camino muy largo, sin duda, y todos sabemos como acaba. Pero tenemos que recorrer ese camino, la otra opción es una de cobardes la vida hay que vivirla, el camino hay que recorrerlo, aunque te salgan llagas o quizá, salvar obstáculos aparentemente insalvables. Lucha por salvarlos todos, porque siempre es peor la otra opción. Lucha por salvarlos porque aunque parezca mentira, siempre se pueden salvar, a veces te costará mucho, y a veces nada, pero has de continuar caminando.

Voy a utilizar un símil, imaginen la romería del Rocio, unos van a pie desde Huelva, desde Sevilla,, o a veces montado en la carreta, pero va siempre con alguien que canta, o que baila, que se arranca por burlerías o entona o una Salve. Hay gente contigo, amigos, familia, conocidos o desconocidos con una meta común. Así aunque cansado, se hace más corto el camino

Mas, si un caminante se queda solo, le invade inexorable la melancolía, sobre todo si esa soledad es impuesta. Los escollos se hacen gigantes, no hay nadie que te limpie el sudor, o que te de una palabra de aliento. Incluso en las partes bellas del camino, te sientes triste y vacío porque nadie sabe, quiere, o puede compartir contigo esas experiencias.

Es como si te quedaras vidente, ante la ceguera del que te deja solo, que solo ve banco, como en el Ensayo de Saramago.

A mi, hay escollos que me cuesta mucho subir, pero con esfuerzo y tesón siempre los he salvado, para seguir caminando. Incluso he subido montañas que nadie me creía capaz de subir porque me he empeñado en hacerlo. No quiero a mi lado a aquellos que no crean en mi capacidad para esperar obstáculos… pero tampoco me gusta viajar sola, ni me gusta viajar con aquellos que solo buscan mi mano para apoyarse, pero cuando busco la suya solo encuentro el vacío.

Me gusta viajar con una mano «compañera» ahora no puedes tu, ahora no puedo yo, pero entre todos podemos conquistar el mundo.

Hay veces, y esto no es en absoluto negativo, solo retrasa al caminante, que necesitas meterte en una cueva a la lamer las heridas que la vida te provoca, par a poder subir los obstáculos que la vida te ponga o los objetivos que aunque altos sabes que puedes alcanzar… No te rindes, solo descansas entre batallas.

La melancolía del andante solitario no la cura nadie.. solo la compañía sincera, la que te tienda la mano.

¿Quieres tu caminar a mi lado?  Mira a tu alrededor con atención y fijare cuantos romeros están dispuestos a echarte una mano, o quienes te darán un pisotón; y cuando te invada la melancolía, sientate en la sombra y espera, porque seguro que pronto encontraras como no viajar solo….