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RUIDO

A mi, que ahora paso por un momento bastante bajo, me da mucho miedo el silencio. El silencio de verdad, el interno, el de tu corazón y tu mente, que a veces solo “sintonizan” cuando están tranquilos. La cosa es que yo no quiero que sintonicen; porque me da miedo que la cabeza descubra mis propias carencias afectivas; o que mi corazón sienta el daño que mi mente le causa.

Pero ahora lo que vamos a tratar es de los ruidos, de estos que cada minuto nos permiten –o nos impiden- encontrar el “silencio interno”

¿Y qué son los ruidos?

Considero como ruido toda aquella distracción mental que me evita estar pendiente de mi misma.

Leánse por ejemplo, nuestros casi imprescindibles Smartphone; ellos solos que se bastan y sobran para acaparar todas nuestras energías con la engañosa sensación de cuidar nuestras relaciones personales, amigos, noticias; santo Facebook, que nos ha dado la “satisfacción” de conectar con gente a la que nunca vemos.

¿Santo? No lo creo. No os voy a engañar, soy adicta a este medio de comunicación masivo, como lo soy a cualquier cosa que me desconecte de mi misma. No obstante creo que nos hace flaco favor como humanidad; nos hace entablar relaciones endebles, motivan enfados horribles entre los amigos que creían serlo; tantas veces hemos oído aquello de “fíjate lo que has dicho”, “eso por quien iba” “me ha molestado que dijeras eso” y tantos otros “culebrones baratos” y estúpidos, permítaseme la palabra. Incluso no pasando esto, ¿qué base sostiene a estas amistades del cara libro? Y estas normas, que si estuvieran en un Estado de derecho nos parecerían cuasi dictatoriales. Y me refiero no solo a las normas de la propia empresa o al Sr. Zuckeberg, sino la propia comunidad o tus propios amigos; “fuera parte” de lo que contravenga leyes, como la pornografía infantil o el atentado contra la dignidad personal; ¿a quién le es dada la potestad de juzgar la idoneidad o no de lo que me venga en gana publicar en mi perfil. Pues si, los hay, y muchos… y temas que no se pueden tocar, porque enervas a la multitud.

Y aún así somos totalmente fieles al mismo, por años y años.

Llámese Facebook, Instagram, Twitter, Tuenti, cada cual con su particular idiosincrasia, nos ayudan a evadirnos del mundo del día a día y hacernos ilusiones o enfadarnos, pero fuera de la vida real.

¿Más ruidos? Santo whattsapp que nos permite comunicarnos de forma “gratuita” con cientos de personas, en grupos o individualmente, no teniendo que soportar la inmediatez, sino que la conversación sigue viva hasta que tu decidas borrarla. Los peligros de este medios son también  numerosas. Grupos de chat, muy numerosos y que están todo el día activos, sin dejarte ni respirar; personas que no te dejan nunca en paz y ojo con bloquearles sino quieres que te dejen de hablar para los restos; o el inefable doble o triple clic, que invento tan fatídico y cuántas parejas y amistades ha roto. Nuestro egocentrismo nos impide entender que alguien lea tu mensaje y ose no contestarlo.

En mi humilde opinión este medio es demasiado inmediato, aunque no tenga porque serlo; porque no concebimos que no somos tan importantes como para no ser atendidos en el momento que lo solicitamos, es curioso que antes, cuando comunicaba un teléfono, o nadie puede cogerlo, no se armaban tales trifulcas.

Juegos de móvil, que además se conectan con Facebook, lo máximo, nos permiten picarnos entre nosotros, y son súper complicados y tanto o más adictivos. Música en tu móvil, que actúa como reproductor de mp3; cliente de correo electrónico, aplicaciones Ad Hoc para todo aquello que te puedas llegar a imaginar, discos duros en la nube al que accedes desde tu terminal. Todo esto hace que olvidarnos de él sea una enorme tragedia cotidiana, ¿no te pasa? Yo es lo primero que compruebo antes de salir de casa.

Más ruidos, dejando aparte la Tablet o el ordenador, el más grande es la televisión, ay, la maldita caja tonta, yo desde luego no llego a la media de …¡4 horas diarias! Yo no veo reality show más que nada porque paso de ver los problemas de otro, pero adoro las series de televisión que, de nuevo, me lleva a mundos que no son los míos y que alejan de mi el silencio. Los telediarios tampoco, “vade retro Satanás” que cada cual cuenta la noticia como le parece y no te puedes quedar más que con la raspa, que además no deja de ser desoladora.

Y mi adorada radio, que siempre me acompaña en el coche, y que nunca, nunca, jamás calla. Programas de debate, magacines, noticias, música, cocina, festividades locales y regionales, sanidad –que siempre me interesa por obvias razones- o incluso programas de viajes o animales. Hay para todo tipo de gente y la más idónea en cada minuto de tu estado de ánimo o de alerta.

Con estos ruidos que expongo, no queda casi dia para estar contigo misma, y si lo hubiere, ¡leo! Muchos libros, artículos, apuntes…

Y el ruido más bello de todos cuantos he hablado en estas líneas. Las risas de mis hijos, de mis alegres y juguetones hijos, traviesos, amables o malotes, y que me lleva al más bello paraíso, el de mi familia, mi marido y mis hijos son el ruido más importante de mi vida. Tened en cuenta que he hablado de ruido y lo he definido como todo aquello que te impide o permite no estar “contigo misma” y esete ruido es la música más dulce de la historia.

También como no, estar con mis amigos, la familia escogida, y con mi familia natural, aunque a veces estos ruidos son alborotadores.

Bendito ruido que me llevas fuera de mi misma, sin apenas tiempo de darme cuenta de que estoy triste, aunque seas peligroso, te amo, porque me ayudas a seguir de pie, porque tengo miedo a postrarme y que aparezcas.

Si, de acuerdo que necesito toneladas de autocompasión. Pero eso ya os lo explico otro dia.