Contemplándome un instante, solo mirarme por dentro supe que nunca podría amarme, que viviría atormentada porque estoy malherida al solo poder amar de una manera, del todo.
Por eso lo se todo perdido. Solo tres personas me dan el aliento necesario para seguir viviendo, mis hijos, mi dos pulmones y mi amor, mi marido, cuyo amor por él trasciende lo humano, que hace latir mi corazón, como nadie lo puede hacer.
Su mirada, suave como la alborada es la que me empuja a vivir, la que me da vida cuando esta me da puñaladas.
Injusta sería si no reconociera a mis pocos amigos, que son como los músculos que me ayudan a andar… y también mi familia que me dio la vida, y sin cuyos cuidados habría muerto, pero que tan a menudo olvidan que ya me salieron las alas y que ya no me han de cuidar. Y también lo sería con mi querida hermana, con la que hace poco sellé la concordia, y a quien quiero con toda mi alma, pero que, sin pretenderlo, esta inoculada por el mismo «virus» que mis padres, y todavía intenta protegerme del mundo.
Solo mirar por dentro a una persona basta para saber si vale la pena amarle o será un desengaño, esa es mi condena, conocer a la gente… pero aun así pienso que el ser humano es bueno por naturaleza, y aunque sepa que me voy a equivocar decido dar una oportunidad más al mínimo gesto de bondad que vea en esa persona.
Inoculada por otro virus, el que me hace preguntarme si todo lo que hago esta mal, pero por suerte o por desgracia, en eso no, nunca me equivoco. Y dada la oportunidad viene la bofetada, que duele más por esperada, y que hace que no me perdone a mi misma, pero menos aun a aquel que intento engañarme y lo consiguió.
Tanto conozco a la gente, que mi primer amor, aquel amor que no era humano, que mataba por su intensidad, aquel chiquillo, luego hombre, siempre bueno y siempre noble, siempre amigo querido uno de esos pocos que nombraba antes… siempre supe que nunca llegaría a nada, Pero yo le seguí queriendo muchos años, hasta que lo vi enamorado como yo de él pero de otra, que era también una amiga. Tanto lo quise, que me aparté sin una sola lágrima de tristeza, porque era feliz, y yo con eso era feliz también. Y lo soy… cuando con su familia él y con la mía yo, se que mi corazonada era cierta, y nunca me arrepiento de haber amado tanto sabiendo que jamás iba a ser correspondida, como hubiera querido.
Luego tuve otro amor este no declarado ni escrito en mil cartas, que también supe imposible, y ese si que me dolió, no por no ser correspondida, sino por lo que sufrió él en su vida, y tras mil años, o quizá solo seis, volvió a mi vida para convertiste en uno de esos amigos.
Tanto conozco a las personas que una vez el amor me atravesó el corazón, y supe que él si, era él y no otro el hombre de mi vida, el que iba a ser mi válvula tricúspide y mitral, aquel por el que merecía la pena esperar y luchar, porque le iba a amar hasta morir.
El titulo de este post sin embargo, dice que somos más de los que podíamos ser y después de hablar de mis grandes amores quizá podáis pensar que estoy enamorada de los dos primeros… nada más lejos de la realidad.
Estoy enamorada de mi capacidad de lucha y de mi tesón. De mi misma.. por agarrarme a mi vida con uñas y dientes, de aprovechar las oportunidades que me dieron mis padres de pequeñita y de los sacrificios que hicieron por mi, todo eso lo aproveché hasta la ultima gota. Pero a la vez me desprecio por ser tan insegura, de ese virus del que no logro curarme, que me contagiaron mis papis, y del que se contagia la gente que me rodea desde pequeña, el de no creerme capaz de nada. Me cortaron las alas creyendo que nunca me harían falta, y ahora aunque me han crecido de nuevo y estoy segura de que puedo hacer grandes cosas en mi vida, esas alas son demasiado pequeñas para permitirme volar. Cuando crecen un poco de un hachazo me las cortan.
Por eso necesito vivir con mi corazón y mis pulmones que me permiten respirar, reír, amar, cantar y soñar con que estoy volando… todo lo demás sobra… salvo el amor. Por eso somos demasiados, yo que quiero volar y otros que me atan al suelo y me dicen, no vueles que te caes.
Pero una cosa tengo clara, cuando una persona no me guste no le daré ni la más mínima oportunidad de entrar en mi corazón o de engañarme con su ayuda, de hiel envenenada.