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TEODORO, AMIGO

De nuevo, roncan y yo velo.

Una vez tuve un amigo de trapo invisible. Al final, convencí a mi tía María de que me hiciera uno de camisa con cabeza de corcho. Pero no me gustaba porque no era Teodoro.

Teodoro era valiente y sincero, un caballero y un escritor. Teodoro tenia nombre de chico pero le gustaba jugar a las muñecas y al fútbol también. Él dormía conmigo, viajaba conmigo, comía y soñaba mis mismas cosas.

Era como mi alter ego, pero podía ser como yo misma… mirándome al espejo y a contestando a mi misma, incluso me llevaba la contraria y todo…

A veces Teodoro era el ángel y a veces era el diablillo. …

Echo de menos a Teodoro, pero un día no me contesto más, lo llamaba y lo llamaba pero jamás supe de él otra vez. Puede que se enfadara mucho conmigo porque jugué conmigo misma a hacerme la mayor…

Y ahora que estoy tan herida, echo de menos a Teodoro, ahora que me desprecio tanto a mi misma, echo de menos a Teodoro, para que me riña, para que me entienda y para que me defienda; porque si, Teodoro me defendía, ante el espejo, pero me defendía y me enseñaba a defenderme.

Juntos veíamos la tele y leíamos libros, inventábamos cuentos que luego escribíamos, él guiaba mi mano a través del papel. El golpeaba con cariño mi estilográfica cuando se quedaba levantada, dudando entre dos palabras…. y me decía despacito al oído cual era la correcta.

Teodoro siempre venia al hospital conmigo, y me hacia fijarme en lo que pasaba a mi alrededor, en vez de compadecerme de mi misma. Siempre me decía, mira, mira ese niño tan pequeñito y mucho más enfermo que tu, él si que tiene motivos para estar triste, yo me enfadaba. Yo también estoy enferma, le protestaba, si pero tu eres lista, y hoy o mañana irás a casa, y leerás, jugarás e iras al colegio. Y algún día ayudaras a niños como tu. El ni siquiera tendrá un mañana.

Mi pequeño amigo siempre hacia que dejara de compadecerme de mi misma. Si íbamos de excursión los tres al hospital, mi madre Teodoro y yo, siempre me hacia ver a los que estaban peor que yo. Siempre me hacia fijarme en porque las cosas se hacían así y no al revés. Y cuando los médicos o las enfermeras tardaban mucho, en lugar de enfadarse con ellos, como mi madre, se enfadaba conmigo, no se porque piensas que eres tan importante, estarán salvando vidas… a ti, solo te duele un brazo (o lo que fuera)

Teodoro era algo feúcho, y bizco también, pero tenia un bonito cabello rubio, suave y ensortijado, y yo le decía que si alguna vez tenia novio quería que fuera como él, a lo que me respondía riendo que me lo buscara más guapo y de carne y hueso.

Cuando mis compañeros de clase se burlaban de mi por ser distinta, Teodoro, que siempre viajaba en mi mochila, me obligaba a dejar de llorar y a plantarles cara, ¿Por qué, me decía, crees que son ellos quienes son normales, porque son más? Bueno, en esto él estaba de acuerdo con mi profesora de carne y hueso, Pilar.

Ellos me decían que cuando me llamaban anormal me estaban haciendo un favor, si la normalidad eran ellos, más valía ser distinta, Pero mi querida Pilar bien merece otra Egosión.

Teodoro me decía que yo leía, y escribía y pensaba, y tenia amigos que querían jugar conmigo a cosas diferentes. Que de qué servía jugar siempre a las mismas cosas que no servían para nada, más que para sudar, pelear y caerse. Pero que jamás podía quedarme callada cuando alguien me menospreciara.

Un día, cuando yo ya me creía muy mayor, y ya no llamaba a Teodoro; cuando ya había superado la tristeza de perder a mi amigo invisible, me pasó una cosa muy triste, pero muy muy triste.  Teodoro volvió a susurrarme al oído.

Teodoro me dijo que no le había perdido, que aunque hubiera perdido la inocencia muy pronto, quizá incluso por su culpa, y ya no le viera sus ojos bizcos y su ondulado y suave pelo rubio, que aunque no me hablara desde mi mochila… que siempre iba a es estar conmigo.

Mi querido muñeco de trapo estaria siempre en mi corazón y en el corazón de mis amigos de verdad, y algún día, me dijo, estaría también en los ojos de mi pareja, si realmente encontraba una persona con un corazón de oro, y en los corazones de mis hijos y de mis nietos, y en los de todas las personas con las que fuera buena, como yo era. Todo esto me lo dijo Teodoro en un sueño, uno en el que me decía que no renunciara a mis sueños, y que recordara el mío propio de reconfortar a la gente enferma.

Esa mañana me desperté con una sonrisa en los labios, mi gran amigo siempre estaría conmigo y lo veo muchas veces cada día.

Lo único que no me enseño mi amigo Teodoro fue a defenderme de los ataques de mis seres queridos. Pero me enseño a ser lista, decidida, luchadora y valiente. Y me enseñó a que escribir y leer eran el mejor regalo.

¿sabéis donde veo cada día a mi querido Teodoro? En los ojos de mi marido… el ser al que más quiero en el mundo.

¿sabéis que es lo que más le agradezco a mi amigo de trapo? Enseñarme a luchar por todo lo que soy, bueno y malo, a luchar por no ser como el resto y a luchar por conseguir a mis hijos, que son lo más bueno y grande del mundo

Gracias a mi Teo, porque fue el amigo invisible más entrañable del mundo, porque cada día lo sigo viendo en mi vida