Este capítulo está escrito a lo largo de un par de días.
Hola, de nuevo de vuelta. Hoy me he despertado como siempre… abluciones matutinas, puesta a punto para estar en casa… y abro el teléfono… dónde me asaltan miles de “memes” sobre una canción de Shakira con un individuo que dice hacer música pero que ahora es un “top”. Me topo con una “canción” de, siendo generosa, dudosa composición musical y nefasta creación “literaria”. Cachis, yo que seguía pensando, viejuna que soy, que la canción tiene que ser poesía… Aunque como mujer de varios tiempos, y metiéndome en el papel de diva bailonga no puedo evitar que mis caderas se muevan sin remedio al escuchar… como los muñecos estos chungos, que se ponían en el salpicadero y se movían sin parar… Y en mi papel de feminista… compararme con un Rolex… me chirría, pero en mi papel de mujer de negocios… he de reconocer que la jugadita le ha salido redonda, y solo por eso, y por mi tendencia a las lentejuelas mentales y bata de cola… pues oye… ole por ella. Pero por otro ¿no piensas que te rebajas un poquito? Un poquito de dignidad nena, que el peor desprecio es no hacer aprecio. Aunque eso no facture.
Independientemente de la inexistente calidad de la canción, y en qué lugar nos posicionemos en las cuestiones de infidelidades, derecho al pataleo, empoderamiento femenino o todas las sandeces al respecto, que han analizado sobre la pieza musical en el día de hoy y de ayer, y probablemente mañana…, que ha pasado a ser casi una cuestión de estado…; a mí se me ha tambaleado las entrañas… y eso que, creedme ya las tengo bastante agitadas. Dicen hurra por Shakira… creo que una mujer ha de tener más clase y que además la venganza (de la que luego discutimos) ha de servirse fría y en privado.
Todo esto dejando de lado otra cosita que me chirría bastante: el hecho de que una canción de dudoso gusto humano por mucho que me haga mover las caderas; y me ría con la genialidad creativa de los comunity manager de Casio, o de Cien Montaditos…; se haya convertido en una noticia de tal envergadura como para ocupar telediarios y periódicos supuestamente serios; hace que me plantee en que clase de país vivimos. Pero combatiendo esos sombríos pensamientos, agito mi melenita al viento y muevo las caderas para olvidar.
Pero volviendo a lo que me importa…
La canción de marras, destilaba odio, rencor, despecho y humillación; verbos todos ellos que chocan frontalmente con mis valores fundamentales; con los ejes conductores de mi mente y de mi espíritu. Y en la etapa que estoy, cuido mucho de mis valores.
El rencor es según la Academia de la Lengua española es un resentimiento arraigado y tenaz; y define resentir como la acción tener sentimiento, pesar o enojo por algo. Los psicólogos afirman que rencor es una emoción negativa. Se trata, cogiendo su definición más literal y académica, del sentimiento de hostilidad, o de gran resentimiento, hacia alguien quien nos ha hecho algún tipo de ofensa o daño. Esta emoción puede ser tan fuerte que, a veces, puede desequilibrarnos, enfermarnos tanto en lo físico como en lo mental. El obcecarnos con una injusticia transforma nuestra mente en una cárcel y, a la vez, nos transforma en verdugos. El rencor acumulado nos lleva a comportarnos de forma muy contraria a cómo somos, queriendo tomar venganza, perdiendo el control. Desde luego, nos convierte en peores personas; en individuos capaces de realizar acciones que, de estar en nuestros cabales, consideraríamos deleznables.
Pero, como dijo Mahatma Gandhi, “ojo por ojo y el mundo acabará ciego”. No podemos hacer daño a quienes, supuestamente, nos hicieron daño, porque el odio no desaparece, sino que crece y tiene a virar hacia una espiral de violencia de diversa naturaleza.
Analicemos si, además, esa tal ofensa, se ha producido realmente -no hablo de la infidelidad del famosillo de turno- o solo es la idea que tenemos sobre la naturaleza de la ofensa que nos han infligido y sobre aquello que pensamos sobre lo que nos merecemos o no.
¿No es suficientemente jodida la vida ya, como para amargárnosla nosotros solitos? Para mí, a pesar de que el rencor es humanamente inevitable, me parece una solemne estupidez; e intento, de forma consciente y persistente transformar esas emociones en una palanca de crecimiento. Y me explicaré, cada cual nos consideramos merecedores de tal o cual cosa, o de tal o cual trato y comportamiento. Pero ¿sabemos realmente lo que queremos, merecemos o necesitamos?
De tal forma que, cuando me ofenden o siento que faltan al respeto, primero me enfado, lloro, pataleo, y cuando la ira calma… en la soledad de mi refugio personal, estoy aprendiendo a hacerme preguntas… ¿por qué me ha molestado esto?, ¿en qué me desvía esto de mi camino?, ¿Tiene consecuencias reales en mi vida o solo ataca a mi ego?, ¿si sólo ataca a mi ego, merece la pena las tribulaciones a las que me somete esta ofensa?
En la última de las opciones, ya no hay más discusión interna. Mi ego como ser, no existe y está obligado a seguir el mapa que le he fijado. No digo que sea fácil, hay que hablarse, llegar a acuerdos contigo mismo. Hablas y tener una hoja de ruta clara sobre quién eres y hacia donde vas. Es un proceso arduo pero muy reconfortante, donde al final del camino, encuentras la paz mental. Si esa ofensa no cambia quien soy y quien quiero ser… ¿para qué molestarme en perder energía? ¿Quizá sea porque la supuesta ofensa se desvía de quien quiero ser? Vale, pero si lo tengo claro, puedo, bien corregir el rumbo en el mapa o bien dejarlo correr.
Y si tuviera consecuencias reales en mi vida… económicas, personales, laborales… habrá que luchar por ella, pero no desde la hostilidad, el ataque, el insulto y el rencor que no hace más que pesar en el corazón, no hace más que elevar el odio.
Mi naturaleza, mis valores centrales que tengo escritos como en las Tablas de la Ley, pero en permanente estado de revisión; me empujan al diálogo compasivo, a intentar mantener la paz, a llegar a acuerdos, a olvidar las ofensas y sustituirlas por paz, por luz. Eso, a que engañarnos, muchas veces no es posible; ojalá lo fuera, cuando las cosas estallan en pedazos, a menudo no se puede reconstruir; y aunque lo intente con todas mis fuerzas, a veces no queda más remedio que acatar la realidad.
¿Qué salida queda entonces, sino queremos acudir a la guerra sin cuartel? Buscar senderos, caminos secundarios, autovías de nueva construcción, manos tendidas… para seguir tu camino, para no perder tu rumbo. Cuando el sol se enconde puedes buscar nuevas fuentes de luz.
Lo único importante para no caer en la humillación al prójimo, que inevitablemente, supone una traición a ti misma; es que si no hay solución posible busques tu propio camino y dejes atrás y sin volver la mirada esa situación o persona.
El amor es siempre la respuesta, a ti mismo y al otro.
Independientemente de mi camino de autoconocimiento, soy de la opinión como dije en mi post anterior, de que la humanidad compartida, el apoyarnos los unos en los otros, dedicar tiempo, cariño y compasión a los fallos de los demás, a tender una mano y a poner el corazón en todo lo que haces, y también “sacarlo” de aquello que dejas atrás. Pero por favor, no cayendo en el insulto, en la guerra abierta, porque convierte nuestro mundo en un sitio irrespirable.
Seguir nuestro camino, “no llorar, sino facturar” (sic), no supone un pleito, sino un camino hacia la libertad. Y ser generosos y civilizados nos traerá la paz y el bienestar mental.
Y por eso mismo, la cancioncita de marras, me parece un ataque a quien soy y en lo que creo. Pero eso no es, obviamente importante, basta con ignorar el trending topic; pero ha polarizado a la opinión pública y establecido precedentes. Tú me eres infiel y yo te humillo mundialmente…
Luz, señores, humanidad compartida, y autoconocimento. Respeto hacía ti mismo y por tanto… inevitablemente al otro.
Amor incondicional hacia la humanidad.