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CONSERVAS CON EL CORAZÓN

De nuevo, el fin de semana del 18 de julio; he llorado como una magdalena. He llorado de emoción, de alegría, de puro sentimiento de tribu, como decía el otro día. Un sentimiento que favorece que me sienta plena; que me reubique en el mundo, que note mis raíces que anclan el cuerpo y el alma a un mundo que se transforma en más amable.

Desde hace años, hay una tradición familiar, que cada año, reúne a tres generaciones alrededor de una mesa, para hacer conservas de tomate para el resto del año. Para que se hagan una idea, la mayor este año, el mismo día lo celebramos, cumplía noventa años, que se dice pronto, pero cuestan de cumplir.

Como decía, para mí la tribu es esencial para respirar.

Una, es muy de tribus… y adoro pasar tiempo con mi familia y mis amigos. Necesito, literalmente, pasar tiempo con ellos y darles todo lo que pueda… todo mi amor para mi gente. Y todo su amor para mí.

Me enseñaron a hacer tribu, a que la familia es lo primero y lo último, el amor al trabajo duro, a lo que valen las cosas. A amar el trabajo manual, a cocinar, a hacer pan, y conserva de tomate, a amar las tradiciones.

A que un sábado por la mañana cualquiera, una familia, cuyo miembro más anciana cumplía 90, y de las hermanas, la pequeña cumple tres cuartos de siglo; decía, son capaces de escaldar, pelar, cortar, aliñar y embotar nada menos que 100 kilos de tomate, en poco más de tres horas.

En la misma mesa, lo más bello del mundo; había niños de 11 años y de 90… todos trabajando, cantando y celebrando la vida. Traspasando tradiciones familiares y valores, amor por la familia y por el trabajo.

Pero también, y eso forma parte del encanto, peleando a ver como es mejor pelar el tomate, cuanta sal se le echa o como es mejor llenar los botes. Como buenas hermanas, ni contigo ni sin ti.

Cuando te descuidas una u otra empieza a contar batallas… que una servidora se apresura a grabar en su móvil, las voces que guardo como un tesoro inestimable, porque temo el momento en el que, por la andadura inevitable de la vida, deje de escucharlas. Cuando una comienza, las demás se les pegan a rueda.. se contradicen, o enfatizan la anécdota correspondiente, la adornan o la rectifican. Como una coral bellamente imperfecta.

Cuando el tomate fue embotado y hervido al baño María, se limpió (como una patena, que hacer las cosas a medias no es asunto tolerable, ni dejarla para después tampoco, luego la gente ha de entender como soy) nos fuimos a comer, toda la familia junta alrededor de otra mesa, riendo y compartiendo chanzas y consejos, atesorando momentos…

¿A quién me pareceré?

Recetas de cocina.. jotas aragonesas, planes… como si la vida fuera eterna… con prisa… pero con calma, con autoridad, con amor infinito… esa es mi familia.

Entre ellas me crié, ellas me quisieron y es realmente como si en ellas tuviera una abuela, una tía, una amiga y una maestra en cada una.

Más tarde ese mismo día, hube de hacer encaje de bolillos para que mi tía Maria, se estuviera quieta hasta que su nieto viniera a recogerla para que los demás pudiéramos sorprenderla en una fiesta sorpresa por su … 90.. cumpleaños…

Y allí no reunimos hermanas, sobrinos, nietos (presentes y ausentes, que lo vivieron gracias a las nuevas tecnologías) como lo que siempre hemos sido, una auténtica tribu que se une siempre como si no pasase el tiempo y que siempre tiene los brazos abiertos a las nuevas incorporaciones a la familia (podéis pronunciarlo en italiano tipo El Padrino). Primos que nos llegamos a llevar más de 25 años pero que nos llevamos a la perfección, y que, a la postre, nos juntamos, peleamos, y reímos mucho, como ellas nos han enseñado.

Y todos juntos, nos juntamos en una fiesta para honrar a la más grande, a la Tía María, que ya no es solo nuestra tía y abuela, sino que la llama así prácticamente todo el pueblo. Ejemplo de muchas cosas, y que con 90 años, tiene energía para dar y regalar…

Y así soy yo, lloré mucho de emoción porque ella lloró, ella habló acordandose de todos nosotros, se cantó y se bailó, hubo traca y merienda… y mucho muchísimo sentimiento. Pero viví cada instante de manera mágica, porque para mí mi tribu es mi vida…

Gracias vida, por dejar que disfrute de cada momento junto a los míos, porque aunque el momento sea bueno o malo, lo importante para mí es tener a mi gente cerca, la familia de sangre y la familia elegida, mis personas hogar.

Desde entonces han pasado muchas más cosas, pero eso ya… otro día