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COTORRAS TRISTES

Les voy a decir una cosa

Soy feliz de ser yo.
¿Por qué? Porque mi vida es maravillosa, a pesar de todo. ¿Qué a pesar de que? Pues no lo se, porque todo lo que tengo, lo bueno, y lo malo, forma parte de mi, me hace ser yo misma, algo feúcha, con la nariz griega un poco torcida y enfermiza, si ¿y qué pasa?
Mi voluntad férrea, mi capacidad de entender y empalizar con toda clase de personas, guapos feos, listos y menos listos, ricos y menos ricos, e incluso pobres, universitarios, catedráticos, y analfabetos.
Se leer y escribir bastante bien…, vamos que se me entiende… (pongo la mayoría de acentos sin el corrector ortográfico), me gusta comunicarme y ayudar a la gente, de cualquier clase, de izquierdas y de derechas, mientras sus tendencias no sean extremas. Católicos y no creyentes, agnósticos, hindúes y mahometanos, mientras sus religiones no sean muy ortodoxas.
Como la vida me ha obligado a estarme «quieta» he podido aprender millones de cosas, y mi ansia de aprender no cesa, no necesito a nadie para cuidar ni de mis hijos ni de mí,ni tampoco de mi marido.
Crecí en el seno de una familia de procedencia humilde, cuya fortuna, ha sido hecha con esfuerzo y trabajo arduo, mi padre era albañil, de joven, no es universitario, y no se jacta de no haberlo sido, pero tampoco agacha la cabeza. Y yo no me escondo de tener una posición acomodada, pero tampoco alardeo de ello.
Me han enseñado a apreciar lo que tengo y a que no te lo regala nadie. Y que se evapora con mucha más facilidad de lo que llega. Me han criado unos padres valientes, que lejos de amilanarse ante mi dolencia, sacaron fuerzas de donde no las había y removieron Roma con Santiago. Me permitieron llegar a ser lo que hoy soy, una mujer valiente, y luchadora, que persigue sus metas hasta el último aliento, que es mucho más que mucha gente a la que la vida se lo ha dado todo.
Yo he tenido que luchar por sobrevivir, que luchar por crecer en un mundo que no suele hacerle sitio a la gente «distinta», y no para demostrarles que quiero ser como ellos, porque no quiero serlo. No quiero ser igual, sino, por contra muy diferente. Quiero ser yo misma, porque todo lo que soy, me lo he ganado.
Esa niñita frágil tuvo que luchar luego a brazo partido contra aquellos que me protegían, «Yo sola» fue mi lei motiv y lo sigue siendo… déjame que me caiga, porque al levantarme seré más fuerte y al equivocarme más sabia.
Soy afortunada porque la vida me ha hecho fuerte, a fuerza de palos, y cada uno de ellos ha servido para hacerme quien soy.
Soy la amiga más fiel que se puede tener, y la enemiga más temible también, porque si la hacen daño a los míos, sabe Dios que responderé con todas mis armas. Tengo muchos amigos, amigos de verdad, que me quieren como soy, que les da igual lo que tenga o no, lo que enferme o no, me quieren y ya está.  Saben que aunque les duela nunca les voy a mentir, solo soy falsa con aquellos que no son mis amigos.
Soy la persona más afortunada que existe en la faz de la Tierra.
Tengo a mi mejor amigo, y mejor amante, a mi lado… para siempre (o hasta que nos cansemos quien sabe), una persona a la que me basta mirar para entendernos, que me aceptó con mis handicaps (cosa que  no es nada fácil) sin pedir nada a cambio, salvo mi cariño. Tengo la suerte de estar casada con la persona que mas verdades supo de mi, antes de ser nada menos que amigos.
Juntos, hemos recorrido y arduo camino y ahora tenemos dos hijos que todos quisieran tener, porque cada uno a su manera, son buenos, y generosos, buenos y educados, pero sobre todo nobles, como sus padres, que tendremos muchos defectos, pero ir de culo no es uno de ellos. Ahora duermen tranquilos, un sueño lleno de buena onda. Que saben que su mami está malita a veces, pero que es valiente y no llora cuando le pinchan.
Tengo la buena suerte de no haber sido nunca una paciente pasiva, sino que me fijaba en todo, desde bien pequeña, y soy capaz de seguir la conversación a quien se me ponga delante. Y he descubierto que «en el pecado» de haber nacido enferma está precisamente mi futuro al servicio de gente así, que necesita que le digas, levántate por muchas veces que te caigas, y llegarás adonde quieras.
Y tengo la suerte de que me resbalen las estupideces y los cotilleos de aquellos que no son capaces de leer a las personas y se conforman con mirar las tapas, quizá algo desgastadas y feúchas; pero que llevan dentro un gran tesoro…
Entonces, llegamos al final y quizá os preguntéis a que de tanto autobombo gratuito, dado que no es el tono habitual de este mi sitio, al que humildemente os invito a entrar a conocerme.
La respuesta es muy sencilla, la lástima hacia aquellos que se limitan al chismorreo, la lástima infinita hacia aquellos que pegan por detrás, y el agradecimiento a aquellos que me llamen algo a la cara. Y la indignación que me causa el daño que le hacen a la gente que no está curtida en semejantes encefalogramas planos.
A mi no me harán daño esas incomprensibles y perversas formas de pasar el rato, pero si les hace daño a los míos, os arañaré hasta arrancados los ojos.
Yo llevo desde los cuatro años conviviendo con gente que va de lista, de guapa, de creyente, y de intelectual, y dándome cuenta de que los que de verdad valen la pena, son aquellos que no van, pero son. Por eso tengo amigos de todas las «categorías» sociales… y de muchas culturas distintas y de niveles educativos diversos: porque miro dentro del libro.
Porque yo no aspiro a un sueño de familia, solo a una familia feliz, y unos niños que lean el texto y no las contra portadas.
Dicho queda pues a los chismosos maledicentes. Que me dais igual porque soy inmensamente feliz de ser yo misma.
Y gracias a los amigos que leáis esto, porque vosotros si que merecéis la pena.

Gracias a Carlos Alsina, por prestarme por un rato la entradilla, indique su precio, que no quiero que me multen…