En estos días de tormenta me preocupa que yo sea igual a Gloria, la tormenta que ha arrasado la Comunidad Valenciana. Y es que últimamente, me siento así, como una tormenta oculta que esta esperando el mejor momento para actuar; y tengo la incómoda sensación de que, cuando empieza, fuera a ser una tormenta tan fiera como lo ha sido ella, Gloria, que ahora, por fin, parece que nos deja,
El hecho es, que yo últimamente me encuentro bien, me encuentro en calma. Con una quietud plácida y satisfecha; en paz conmigo y con mi vida.
Y por este motivo, escribo este post, porque si digo las cosas, las tormentas amainan, como neutralizadas. Deja de crecer la inquietud.
Hay cosas que me irritan, y el hecho mismo de estar en paz con el mundo, quizá me impide quejarme, manifestar mi disconformidad. Tiendo a pensar que las cosas pasan por algo, y que las cosas son lo que son; y soy yo la que, en la aceptación, he de crecer con esas fichas que me tocan. He de trabajar, y sobrevivir, tatuarme en la piel mi lema “I’m still alive and my goal is to continue being so”
He notado que, con las tormentas como esta, la gente se enfada sin haber motivos para ello, como si una especie de histeria se apoderara de nosotros, valencianos soleados que nos paralizamos con las lluvias.
Una de las cosas que peor llevo es el enfrentamiento, la pelea y provocación innecesarias, que transforman en un psico-drama, cualquier estúpida provocación de la que has sido víctima o incluso te has imaginado. Esto igual sirve para respuestas tanto activas como pasivas.
Quiero decir con esto, que para mí es igual de deleznable responder a gritos o insultos; como la respuesta a la ofensa con ominoso silencio, terco; o con ese “te vas a cagar” que promete una venganza temprana o tardía, que yace dormitando, pero amenazante, y te obliga, inconscientemente, a andar de puntillas.
Y no solo me refiero a tus peleas, sino a las peleas ajenas que, sin querer te salpican o te “chopan” sin haberlo pedido nunca, sin haber participado en su creación ni evolución, sino que simplemente, estabas allí, presente, cuando a un tercero le apetece o tiene la necesidad de enfrentarse a un cuarto. Por favor se lo pido, absténganse.
Respecto de las mías propias ya haré yo lo que tenga que hacer para que se diluyan en su resolución. Que a nadie más que a los que discuten haya de afectar una situación que yo sufro o incluso provoco, más allá de a los que compete.
Otra de las cosas que más me molestan en la vida es la ausencia. Esa ausencia obstinada en su silencio, aunque no en su intención. Cuando un amigo, sobre todo estos… o alguien de tu familia, sin ánimo de hacer daño o de abandonar, no puede evitar que su ausencia, aunque no sea intencionadamente, te afecte.
Es solo que te dejas llevar por el tráfico alocado de la vida y te dejas arrastrar por su ritmo frenético. Dejas que el ahora, el antes y el después te atrapen en una vorágine de la que es difícil escapar. Entiendo, comparto, y sufro esta situación. Abandonar temporalmente, si estás cuando importa, no debiera ser tan grave, al fin y al cabo. No es abandono, sino ausencia. Pero si esa ausencia, si ese silencio ominoso, hace daño… se convierte en abandono; a veces sobra con un beso, con una caricia y un “no te preocupes” para que la persona entienda tu ausencia y no la note como un abandono.
Uno de mis principales valores en la vida es la vocación de cuidar. Cuidar en el sentido más amplio, incluye el amor hacia aquel al que cuidas, puede ser de muchas maneras el amor. Tantas maneras hay de amar como personas en el mundo, y salvo que no incluya el respeto, son absolutamente válidas. Amar significa dar ternura, respeto, confianza absoluta, amar significa compartir, regalar tu tiempo y tu presencia (aún a millones de kilómetros se puede regalar presencia), un guiño, un gesto de ayuda. Amar significa entregarse al otro, sin abandonarse uno mismo; sabiendo además darle espacio al amado para que no se abandone a si mismo. Un difícil equilibrio, no cabe duda.
He aprendido en estos meses que, para amar, para cuidar, para responder a mi vocación; antes que todo eso… hay que cuidarse a uno mismo, nutrirse, darse tiempo, escuchar tu cuerpo y tu alma. En caso contrario, acabarás por no poder cuidar de los demás.
¿Qué es lo que me nutre a mí? ¿Qué acciones hacen que me sienta bien, que corresponden con mis valores? Cuidar sin duda, de los demás y de mi misma. Una de las mejores maneras que conozco es a través de la comida. De una buena comida con amigos… que nutre el corazón y el cuerpo, que despeja la mente y alivia el alma. Y si es con gente a la que adoras, no se puede pedir nada más en el mundo. Mis acciones preferidas en la vida son cosas como reír con amigos y dar abrazos de osa… transmitir calma y alegría, pasar el rato con amigos… porque uno de mis valores esenciales es la fidelidad.
Y quizá por eso… no soporto la ausencia ni las peleas…
¿Quién sabe?
¿Me quieres tu acompañar en esos ratitos de amor?