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LA HISTORIA DE LA MOCHILA

Parece mentira lo que pesa esto, tan solo te vas por unas horas, cariño, no debes maltratar así tu espalda. A mi espalda no le pasa nada malo; bésame, para darme fuerzas. Ella lo miró alarmada por el dramatismo con el que siempre hablaba de todo. Además, añadió, siempre he de cargar con mi mochila y lo sabes.

Su madre cerró la puerta y sentada en el suelo, sobre sus tobillos se echó a llorar; ojalá ella pudiera saber lo que llevaba en la condenada mochila.

Una vez, cuando él todavía tenia quince años, le pegó por intentar abrirla. Alejandra, furiosa lo denunció por maltrato y por sospechoso de traficar con drogas. Las lleva ahí, en la mochila; Marco, cuya ira se le salía por los ojos, mordió la mano del policía que lo cacheó; al intentar este abrirla. Lo llevaron detenido dos días por agresion a la autoridad y por maltrato de género. Ella, arrepentida, puso al carísimo abogado de la familia al servicio de su hijo, que salió libre pocas horas después a la espera del jucio del mordisco. Con una fianza de quince mil euros.

Cuando llegó a casa, le dijo con sus ojos verdes, te voy a enseñar el contenido de la mochila, pero si vuelves a abrirla sin mi permiso o a intentar alejarla de mi, por mucho que te quiera por encima de todo, te mataré sin dudarlo, mamá. Su tono era frío pero sus ojos reflejaban miedo y dolor.

Me enseñó las que parecieron cientos y cientos de hojas, manuscritas por su caligrafía; escritas a ordenador, a máquina, en servilletas de bar barato, en menús de restaurante caro, en minutas de hotel…

Alejandra que permanecía en la puerta de la mansión de la urbanización exclusiva donde vivían vio interrumpida su triste ensoñación por el timbre impertinente de su Iphone; era Berta, su hermana, que la llamaba desde Londres. Su voz sonaba cantarina y feliz; estaba embarazada de su cuarto hijo.

Cesco, mi hijo de catorce años, mi pequeño, estaba con ella pasando el verano, y, decía él, aprendiendo inglés.

-¡Hola Alejandra! ¿Cuando vas a venir? Necesito que dejes ese horno de ciudad y os vengáis los tres unos días hasta aquí, y os llevéis al pequeño artista de Covent Garden. Venga os vendrá bien… Al mochilero no se si lo dejaran pasar al avion, ¿lleva armas?-bromeó- Bueno, ¿cuando venís? A todos nos vendrá bien…

Se libró de ella con una respuesta vaga, le dijo, bueno, ya iremos, o al menos Alberto y yo, si es que tiene tiempo. Marco no creo que venga, o si, ya sabes como es. Ella le contestó con voz de lástima que no, que no lo sabia, que ojalá supieramos como es en realidad.

Alejandra colgó despidiéndose como pudo. Todavia sentada así apoyada en la puerta, recordó el día que fueron a por él, tenia una cara tan dulce y a la vez atormentada. Su pelo cobrizo contrastaba maravillosa con su tez morena, a diferencia de todos los pelirrojos, se dijo. Y sus ojos, que irradiaban valentía a la par que inquietud y recelo. Y aunque los comienzos no fueron faciles porque a los tres años se ha vivido mas de lo que pensamos, Pronto fueron una gran familia. Hasta la llegada del pequeño Cesco, fue una bendicion para el, lo adora.

Empezaron las pesadillas, y le siguio el alcohol y la violencia verbal hacia Alejandra, o más bien hacia el hecho de que su madre biologica lo abandonara, y que aunque Alberto era respetado como pater familias, ya que nunca habia conocido esa figura, ella era una usurpadora de la cocainomana zorra que lo parió. Al cabo de poco tiempo apareció  esa maldita mochila verde aceituna.

 

Las semanas fueron pasando vagas, como en un compas de espera. Una espera llena de silencios y de sus medias sonrisas que ella, por no venir a cuento, no entendía.  Finamente Marco decidio no ir a ver a Londres con sus sus padres, pero es que necesitaba, segun dijo, acudir a la terapia.

Cuando los llevo al aeropuerto en el Q7, ambos padres observaron atonitos que llevaba la mochila casi vacía. Junto a ella llevaba una bolsa de papel. Cuando ya se encontraban en el control de aduanas, les dijo con una gran sonrisa en los labios, dulce y sincera, tímida, como hacia muchos años que no sonreía, que él estaria esperandoles a la vuelta, que ahí estaba toda su verdad, que lo leyeran con el corazón… os quiero les dijo. Perdonadme por todo y no lo abráis hasta llegar al avión.

Abrazó a ambos, en un abrazo cálido y apasionado, y les dijo de nuevo os quiero papá y mamá. Y se fue lentamente hasta que le perdieron de vista entre la multitud de la terminal de Barajas.

Un rato despues Alejandra, ya en el aire, y con el corazon en un puño empezó a leer en voz baja…

«Yo nací en un puto día…