Y no hablo de dinero, ni siquiera en estos tiempos de crisis.
Hablo de las guerras de diario.
Levantarse de la cama, e ir a trabajar, si se tiene trabajo, que hay que fastidiarse pero hoy por hoy trabajar es un lujo. Prepararte el café, dar de vestir a los niños, si los tienes, arreglarte, con la radio puesta, y luchar contra la depresión que te producen las noticias de la mañana…
Coger el coche para irte a trabajar, para pelearte con clientes que no pagan…, con clientes que se quejan de estupideces, proveedores que no cumplen los plazos, pacientes con totalgias, pacientes que se diagnostican como un House cualesquiera, porque «lo he leído en internet», soportar las jilipolleces de tu jefe, o jefa, no sea que venga la ministra de igualdad y me multe por no ser «miembra» del colectivo feminista (aunque me rechinen los dientes, por el maltrato al lenguaje castellano).
Peor es cuando ese susodicho y alguien que cree que es tu superior a ti, por unas ínfulas otorgadas por la malinterpretación de la vida, son miembros de tu familia, y las peleas del trabajo también marchan a casa. Por eso hay asociaciones de empresas familiares porque jamás funcionan. Miren las Koplovic, los hermanos Roig (Juan ahora dirige Mercadona, y el Villareal C.F), los hermanos Soler, y tantas otras pymes que nadie recordará.
Acabada la jornada laboral, que nunca se acaba en el caso de empresas propias y/o familiares, donde te llevas a casa los sofocos, las peleas donde siempre pierdes tu, o ganas pero se te queda un agridulce sabor a hiel, que hace que la batalla ganada te sepa a podrido.
Llegas a casa y llega la paz, ves a tus hijos, y disfrutas de lo más bello de tu vida, la familia que solo es tuya, de nadie más, que tras encontrar al hombre de tu vida, a tu compañero ideal para recorrer los escollos de la vida, de la vida de ambos, de descubrir cosas juntos (no me refiero a la radioactividad, como los Curie), emprender juntos proyectos, como, por ejemplo tener hijos, el más importante de los proyectos de la vida, superar las dificultades del otro, ayudándole a escalar, y sin quejarte jamás.
Un matrimonio, una vida en pareja, supone una escalada el Everest, solo llegarás a cumbre si la cuerda no se rompe por tensión, o por engancharse en un saliente, en un escollo de la montaña, por que uno se desata, porque otro se echa atrás, porque otro se rinde, porque el uno quiere correr más que otro y este le estorba. Si suben juntos, si el que va delante ayuda al que se descuelga, este se adelantará y ayudara al otro cuando llegue su turno de quedar atrás. Un matrimonio, una relacion de convivencia se regula por tres ejes, si uno falla se va al retrete:la confianza mutua, el apoyo incondicional y el dialogo.
Tus hijos, maravillosas criaturas, que multiplican tus canas, y te dan la vida. Los matarías, pero darías las vida por ellos.
Los amigos, tan pocos,tan buenos…. que te cuentan tus problemas y tu, a veces, lo tuyos. Una persona sabia me dijo una vez, «amigos son los que, en los buenos momentos acuden cuando se les llama, y en los malos, acuden sin ser llamados»
La salud que te persigue, la tuya o la de los demás, la de todos, cuando es mala es como una losa que no te deja en paz, cuando, te liberas de una te cargan tres más…
Y todo esto hace que la vida sea maravillosamente tortuosa.
Cuando alguien invente una burbuja par cuatro personas y un perro, que me avise que la compro, quiero paz,, vivir en paz, aunque cueste mucho