Sentir tristeza es una emoción habitual en la vida. Podemos sentirla ante alguien o a alguna circunstancia que nos hiera, o que nos sobrepasa y no podamos manejar. A veces la produce algún pequeño trastorno, como la cancelación de un plan, un bajón hormonal, o el cansancio.
Aunque de inicio, es una emoción absolutamente normal, y que incluso tiene componentes defensivos ante ciertas agresiones; tal como actuaría un caparazón; hay veces que si dejamos que la tristeza nos atrape hasta el punto de abandonar las actividades que nos facilitan la vida diaria; o incluso, nos impiden realizar nuestras actividades y nos dejamos caer en la abulia, podemos deslizarnos sin querer a la depresión.
La dificultad y por tanto, la grandeza… consiste en nuestra buena amiga la resiliencia; ese super poder que podemos tener los humanos. Ese puto super poder nos hace enormes.
Esta definida por la Real Academia Española de la Lengua como la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones limite o situaciones potencialmente traumáticas; y sobreponerse a ellas; a este concepto, algunas escuelas de psicología, añaden que no solo podemos superarlas sino salir más fuerte de lo que estaba.
Yo, hoy, estoy triste. Hace un día gris, plomizo. Estoy triste porque estoy cansada, estoy triste porque tengo algún problemitas que no acabo de pasar, porque hay molestas que no cesan. Y como estoy triste esta mañana me he quedado en casa, porque hoy no hay nadie con quien pueda compartir mi tristeza.
He de reconocer, para que nadie se sienta interpelado, que a nadie le he dicho que este triste. Mi vida sigue adelante porque es así como ha de ser. No puedo permitir que la abulia me gane. He cambiado unas actividades por otras que me permitan seguir en casa. Asimismo, he de confesar que tengo una acentuada inclinación hacia el refugio en caparazón, uno que cierro con siete llaves para lamer mis heridas y transformarme en un ser fuerte. A veces salgo de él por necesidad y no porque haya cambiado mi piel.
Pero no es este post una triste canción, sino un canto a la alegría, hoy estoy triste pero quizá mañana vuelva a salir el sol en mi corazón. Y desde luego hoy estoy aprendiendo de mí; porque aproveché mi caparazón para leer un poema, porque medité y tuve tiempo de sentarme conmigo misma. Porque leí estas palabras:
Alegría a pesar de la desilusión repentina.Cualquier cosa que viniere, aparece por una necesidad,
Rumi
una pena amarga, un deseo lastimoso.
Hay un lenguaje secreto en cada parte de ti.
Y cada necesidad traerá consigo lo que se necesita.
El dolor dará vida a la cura cual propio vástago.
Tienes nada, y luego llegan las provisiones.
Atrévete a hacer las preguntas difíciles,
y la respuesta grandiosa llegara a ti.
Construye una barca, y el agua llegara para que flote.
El tierno infante cual lenguaje se expresa por medio
de su garganta, llora por un segundo y he ahí la teta
que lo fortalece y alimenta.
Permanece sediento del agua esencial,
y mantente listo para lo que llegara a ti de esa fuente. No te aflijas por lo que aun no ha llegado.
Algunas cosas que aun no llegan,
evitan que desastres sucedan.
Si te piensas sola, aunque sepas que tienes muchas amigas, es porque no quieres pedir ayuda. Porque estás ocupada en tu caparazón, solo puedo dar un consejo, si lo abres para que el sol caliente tu corazón, seguro que encuentras las fuerzas para acoger las cosas que te tiene la vida reservada.
Porque a menudo somos tan pequeños que se nos olvida que la vida tiene cosas maravillosas entre la bruma. Hechos, cosas, circunstancias, que la tristeza no nos deja disfrutar porque nos ciega. Pero creedme, las cosas buenas están ahí para nosotros.
Es bueno sentir tristeza, incluso en el día a día; pero es mil veces mejor convertirla en un motivo para seguir adelante y disfrutar las cosas que tiene la vida, dejando que la tristeza alimente nuestras fuerzas.