De vuelta a casa después de un verano, aún inacabado, bastante extraño y lleno de contrastes.
Este verano, continúa un curso, un año; realmente extenuante, en el que en varias ocasiones; estuve a punto de tirar la toalla en muchos aspectos de mi vida.
Un verano en el que solo pensaba y aún pienso que lo único que anhelaba era estar con los míos y desconectar del todo de las preocupaciones; de lo que ocupa mi mente. De lo que ocupa mi corazón también, de los lastres, de toda la tensión acumulada; de las heridas causadas por personas que creía que eran amigas mías.
Pon clorhexidina en tus heridas, tápalas y deja que cicatricen. Si la herida es ya úlcera pon hidrocoloide y curála. Espera, no dejes que te duela; deja pasar el rencor como si fueran olas del mar, que van y vienen para no permanecer en nosotros.
Deja que sol acaricie tu piel y que su calor ahuyente el dolor y el miedo. Deja que inunde tu piel y tu cuerpo de vitamina D que te de fuerzas, energía para continuar.
Deja que tus amigos te den calor también y que ahuyenten los fantasmas que pueblan tu cabeza y tu corazón. Sumérgete en la dicha de «il dolce far niente»
Estos eran mis propósitos para este verano.
Ahhh y luchar contra la rebelión de los electrodomésticos… que han decidido morir todos a la vez
Pero a día de hoy aún me queda mucho que descansar, mucho que relajar, y mucha herida que curar; o incluso más que al empezar el verano. Algunas heridas han curado, otras se han secado; otras he dejado que sangren y coagulen… si no me quieren ellas se lo pierden, seguro, más de lo que perderé yo; tan rodeada de gente que me quiere bien.
No me malinterpréteis nadie, que estos días que llegan prometen ser maravillosos, como también han habido muchísimos ratos buenos, buenísimos este verano. Y muchas metas por conseguir como conseguir montar en bicicleta, aprender después de 36 años, que ya toca. Porque toca librarme de todas las limitaciones a las que me ha obligado la vida; y a aprender a caerme; paso imprescindible para levantarse y seguir madurando y creciendo.
Este verano; también ha sido tiempo de reencuentros, de momentos y de ratos maravillosos con amigos de siempre, y con amigos nuevos como Amparo y Juan, pero maravillosos. Con amigas que se fueron, como Mile, pero vuelven con maravillosas sorpresas que me hacen inmensamente feliz.
Javi y Silvia especialmente; Cristina, Luis, y toda la panda de El Toro, que me hacen llegar a casa cada año, aunque la vida nos lleve por distintos caminos y nos veamos de uvas a peras; de verano en verano a veces…; pero nada parece haber cambiado nunca. Los buenos son el alma, y el resto… bueno! Siempre hay diversión y risas.
El problema es que os echo de menos el resto del año; tanto que siempre me parece poco el tiempo que pasamos juntos.
El amor se vivi tan intensamente que se disparan las emociones buenas o malas, pero ¿sabéis qué? Le quiero más que nunca, y así espero que sea verano a verano.
Y ¿Qué decir de mis enfermeritas bronceadas? O los excursionistas turolenses, os quiero a todos muchachitos… El amor por esta profesión, es inmenso; más aún por haberme permitido conocer a gente tan maravillosa como vosotros.
Ahora toca encarar el último curso de mi carrera soñada y por ahora, brillante, en la profesión más bella del mundo. El año próximo por estas fechas, seguro que han cambiado muchas cosas; porque lo que no se mueve es que está definitivamente muerto.
Hasta pronto… nos vemos por ahí, montando en bici y subiendo rampas que parecen inalcanzables